Cuando se habla acerca de las crisis del agua por venir o las guerras por el agua, generalmente se utilizan frases y discursos con palabras e imágenes impactantes buscando conmover al interlocutor, pero en la mayoría de las ocasiones estas son carentes de sustancia. Al hablar sobre estos temas es importante reflexionar acerca de la naturaleza de los ingredientes que incuban una crisis por ausencia de disponibilidad de agua, para poder construir un criterio bien informado que nos conduzca a la acción tanto preventiva como correctiva, es decir; para poder construir una verdadera ciudadanía del agua es necesario dejar de existir en el mundo de la lágrima fácil realizando un viaje por el llanto profundo.
Comencemos por definir recurso (del latín recurrere, recursi o recursum: correr hacia atrás, volver) como algo que regresa una y otra vez porque forma parte de un proceso cíclico. En este caso el agua como recurso, es capaz de regresar una y otra vez a través del ciclo hidrológico natural; sin embargo la velocidad en que se regenera es diferente de la velocidad a la que se desarrollan y crecen las necesidades humanas, es decir; los tiempos y ritmos de la naturaleza son diferentes a los tiempos y ritmos humanos. En términos generales podríamos decir que los problemas del agua se incuban cuando la humanidad comienza a alterar los elementos cruciales del ciclo del agua, particularmente el bosque, los ecosistemas, el suelo y el clima.
El Agua y el bosque son dos elementos simbióticos e interdependientes, los árboles son “fabricas” de agua que infiltran el agua de lluvia al subsuelo, retienen la humedad de la tierra, disminuyen la cantidad de sales contenidas en el agua al utilizarlas en su metabolismo y mantienen el agua relativamente cerca de la superficie. Cuando en nuestros procesos humanos cambiamos grandes masas arboladas por pavimentos, cambiamos bosques llenos de diversidad de especies por monocultivos (con plantas que tienen raíces superficiales y no profundas), y cuando talamos indiscriminadamente los bosques para obtener madera de manera no sustentable; no solo contribuimos a los procesos de desertificación (creación de desiertos), sino que potencializamos la gran intervención humana en el ciclo del agua, debido a que se disminuye la capacidad de infiltrar agua al subsuelo (por ende la cantidad de agua infiltrada y regenerada) y se pierde la capacidad de retener el agua en la superficie permitiéndole escurrir mas rápido fomentando la erosión de los suelos.
Si a todo lo anterior le sumamos el hecho de que las necesidades humanas, a la par del aumento de población han aumentado enormemente la presión sobre el recurso, extrayendo agua del subsuelo a una velocidad mas rápida de lo que la naturaleza (o el hombre) es capaz de regenerarla; entonces lo que estamos construyendo es el equivalente a un escenario donde consumimos gasolina en un coche a una velocidad mas rápida de lo que podemos recargarle el tanque, o donde retiramos dinero en el banco a una velocidad mas rápida de nuestra capacidad para depositar recursos frescos en la cuenta; en palabras sencillas: los procesos de deforestación acompañados por el aumento de presión sobre el recurso, son las primeras semillas para construir un escenario de bancarrota en el agua.
El segundo ingrediente de nuestra intervención en el ciclo del agua es la relacionada con el clima. Mucho hemos oído hablar acerca del cambio climático, originado en el aumento de emisión de gases con efecto invernadero a la atmósfera, provenientes tanto de la quema de combustibles fósiles como de la putrefacción de nuestros desechos orgánicos, lo cual tiene como efecto el aumento gradual de la temperatura media de la atmósfera (calentamiento global), y una cambio en los patrones de clima conocidos como consecuencia (cambio climático). ¿Esto afecta los patrones del ciclo del agua? Sin duda; de entrada porque al estar la tierra mas caliente el agua de la superficie se evapora en mayores cantidades afectando tanto la recarga de los mantos acuíferos como su disponibilidad. En adición, los fenómenos meteorológicos se vuelven mas extremos, aumentando tanto la intensidad de las sequías (particularmente en épocas de estiaje), como la torrencialidad de las tormentas (llueve mucho volumen en relativamente poco tiempo), acumulando en la superficie grandes volúmenes de agua o que se escurren muy rápido sin poder ser aprovechados, o que no pueden fluir a la velocidad necesaria acumulándose y causando inundaciones. Pero una de los elementos mas delicados de esta historia de cambio climático, radica en la acelerada disminución de las masas de hielos perpetuos de la tierra (glaciares), en los cuales nacen una gran cantidad de ríos que constituyen una fuente de abastecimiento de agua para millones de habitantes del planeta, (humanos y no humanos).
Un tercer ingrediente de la intervención humana en los ciclos del agua consiste en nuestros modelos lineales de producción y consumo. En la naturaleza, el agua y los nutrientes fluyen en ciclos perpetuos pasando de un ser a otro y de un estado a otro, es decir; todo son nutrientes, donde lo que para un ser vivo es un desecho, para otro es un nutriente a ser integrado a su metabolismo. Los humanos hemos diseñando un modelo del uso del agua tal; que como si fuese un objeto desechable, la utilizamos, la ensuciamos y la descargamos al medio ambiente externalizandole nuestra contaminación “a alguien mas”, en lugar de mantener el agua el máximo tiempo en sitio utilizándola, limpiándola y volviéndola a utilizar una y otra, y otra vez; disminuyendo a su vez nuestra presión en la demanda del recurso. En adición, esta gran ceguera colectiva humana pareciese no comprender que cuando “externalizamos” nuestros problemas de contaminación (es decir, se los trasladamos a “alguien mas”, generalmente a la naturaleza) dañamos a los ecosistemas que nos brindan servicios ambientales que necesitamos para sobrevivir.
Para poner un ejemplo muy sencillo de lo anterior, podemos mencionar que cuando contaminamos los cuerpos de agua dañamos las fuentes de abastecimiento de muchas especies particularmente las de los insectos polinizadores como las abejas, que necesitan grandes cantidades de agua para metabolizar el polen y convertirla en miel; si las fuentes donde beben están contaminadas, no solo se debilitará su capacidad de tener poblaciones saludables por obvias razones; sino se debilitará su capacidad de resistir enfermedades y epizootias. Como su nombre lo indica, los polinizadores permiten la “polinización” de las flores, componente fundamental en la reproducción de las plantas y la producción de comida; un mundo sin polinizadores significará un mundo con menos diversidad vegetal, menos resiliente y con menos capacidad de producción de comida; ya que tendríamos que substituir la polinización natural realizada por millones de insectos, por una artificial realizada por el hombre la cual seguramente, será altamente ineficiente.
Un cuarto ingrediente de nuestra intervención humana en los ciclos del agua radica en los fuertes consumos que realizamos los humanos en la producción de bienes y servicios. Para poner un ejemplo podemos decir se requieren 3,000 lts de agua para producirla 1 kg de arroz, 1,000 lts de agua para producir 1 lt de leche o 16,000 lts de agua para producir 1 kg de carne; Aunque el uso del agua es esencial en las cadenas de valor, lo que no es sostenible son nuestros sistemas económicos y sociales fundamentados en moldes de consumo histérico que solo que condicionan estar demandando de manera ilimiada e infinta recursos que son limitados y finitos en los modelos de producción.
Todo lo expresado anteriormente no pretende sino hacernos tomar profunda consciencia de que en lugar de generar esquemas de prosperidad a partir del recurso agua, estamos irreversiblemente agotando el capital conformado por el recurso mismo, de tal manera que en el mediano plazo nos podemos encontrar en una bancarrota de agua.